“Mentiría si dijera que no hay escritores malos…”. 8 consejos prácticos a la hora de escribir. Primera parte.

Según el título de un célebre manual de entrenamiento de perros, no hay perros malos, pero cuéntaselo al padre de un niño agredido por un pit bull o un rottweiler y seguro que te parte la cara. En el mismo sentido, y aunque tenga unas ganas infinitas de dar ánimos a cualquier persona que intente escribir en serio por primera vez, mentiría si dijera que no hay escritores malos. Lo siento, pero hay un montón.

Así inicia uno de los capítulos del libro Mientras escribo (On Writing), de Stephen King, un libro que trata sobre el oficio de escribir, y cuyo contenido iremos reseñando en nuestro blog.

A continuación, resumimos algunos de los consejos prácticos sobre escritura que da el autor:

1. Lee mucho y escribe mucho. Leer es el centro creativo de la vida de escritor. Cuanto más leas, menos riesgo correrás de hacer el tonto con el bolígrafo o el procesador de textos.

Cada libro que se elige tiene una o varias cosas que enseñar, y a menudo los libros malos contienen más lecciones que los buenos. Leyendo prosa mala es como se aprende de manera más clara a evitar ciertas cosas. Por otro lado, la buena literatura enseña al aprendiz cuestiones de estilo, agilidad narrativa, estructura argumental, elaboración de personajes verosímiles y sinceridad creativa.

 

2. ¿Cuánto es escribir mucho? La mayor ayuda para una producción regular es un ambiente sereno.

Me gusta hacer diez páginas al día, es decir, dos mil palabras. En tres meses son 180,000 palabras, que para un libro no está mal; si la historia es buena y está bien contada, el lector puede perderse a gusto. Hay días en que salen diez páginas sin dificultad, y a las once y media de la mañana ya me he levantado y estoy haciendo recados como un ratoncito, pero a medida que me hago mayor abundan más los días en que acabo comiendo en el escritorio y terminando la sesión diaria hacia la una y media. A veces, cuando cuesta que salgan las palabras, llega la hora del té y todavía estoy trabajando. Me van bien las dos maneras, pero sólo en circunstancias muy graves me permito bajar la persiana antes de haber hecho las dos mil palabras.

 

3. Escribe en un espacio propio.

Casi se puede leer en cualquier parte, pero, tratándose de escribir, los cubículos de biblioteca y bancos de parque deberían ser el último recurso. Mientras no tengas un espacio propio, encontrarás bastante más laboriosa tu nueva decisión de escribir mucho. Cuando entres en tu nuevo espacio de escritura y cierres la puerta, ya deberías haberte decidido por un objetivo diario. Es como con la gimnasia: al principio conviene no imponerse metas muy altas, para no desanimarse. Propongo unas mil palabras al día y, como me siento magnánimo, añadiré un día de descanso semanal, al menos al principio.

 

4. ¿De qué escribir? De lo que te dé la gana. Lo que sea.

Escribe lo que quieras, infúndele vida y singularízalo vertiendo tu experiencia personal de la vida, la amistad, las relaciones humanas, el sexo y el trabajo. Sobre todo el trabajo. A la gente le encanta leer sobre el trabajo; no sé por qué, pero es así. Si eres fontanero y te gusta la ciencia ficción, plantéate escribir una novela sobre un fontanero en una nave espacial o en otro planeta. ¿Te ríes? Pues el difunto Clifford D. Simak escribió una novela que se llamaba Cosmic Engineers y se ajusta bastante a la idea, además de ser buenísima.

 

5. Todos los relatos y novelas constan de tres partes: la narración, la descripción y el diálogo. ¿Dónde queda la trama? En ninguna parte.

Me fío mucho más de la intuición, gracias a que mis libros tienden a basarse en situaciones más que en historias. Deseo poner a un grupo de personajes (o a dos, o puede que hasta a uno) en alguna clase de aprieto, y ver cómo intentan salir. Casi todas las situaciones interesantes pueden exponerse mediante una pregunta en condicional: ¿Y si los vampiros invadieron un pueblecito de Nueva Inglaterra? ¿Y si en un pueblo apartado de Nevada enloqueciera un policía y empezara a matar a cualquier persona que se cruzara en su camino?

 

6. La descripción convierte al lector en partícipe sensorial de la historia. A describir se aprende, que es una de las razones principales de que sólo puedas hacerlo bien si lees y escribes mucho.

Si quieres ser buen escritor, estás obligado a poder describir, y de una manera que comunique reconocimiento al lector. Si sabes hacerlo te pagarán tus esfuerzos, y te lo habrás merecido. Si no, coleccionarás notas de devolución.

Una descripción ineficiente deja al lector perplejo y miope. El exceso de descripción lo abruma con detalles e imágenes. También es importante saber qué describir y qué descartar en el proceso principal, que es contar algo.

 

7. El diálogo da voz a los personajes, y es esencial para definir su manera de ser.

Una de las reglas cardinales de la buena narrativa es no contar nada que no se pueda mostrar. El diálogo bien construido indicará si un personaje es listo o tonto, honrado o tramposo, gracioso o cascarrabias. El buen diálogo es una delicia, el malo, un muermo.

No todos los escritores dominan igual el diálogo. Es un campo donde se puede mejorar, pero, como ha dicho un gran hombre, “una persona tiene que ser consciente de sus límites”.

 

8. Lo que he dicho del diálogo también se aplica a la creación de personajes.

En última instancia, sólo hay dos secretos: prestar atención a lo que hace la gente que te rodea y contar la verdad de lo que has visto.

Mientras escribo (Random House Mondadori, 2000/Jofre Homedes Beutnagel, Trad.), de Stephen King, es un libro autobiográfico y, a la vez, un manual de escritura que consideramos imprescindible en la biblioteca de cualquier escritor novel.

Si bien es imposible convertir a un mal escritor en escritor decente, e igual de imposible convertir a un buen escritor en fenómeno, trabajando duro, poniendo empeño y recibiendo la ayuda oportuna sí es posible convertir a un escritor aceptable, pero nada más, en buen escritor.

-Stephen King.

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